lunes, 15 de febrero de 2010

Escribir y crear libros infantiles

A lo largo de los últimos años he ido descubriendo verdaderas joyas en Internet que permiten a nuestros hijos disfrutar de libros infantiles de forma gratuita por Internet , incluso, crear sus propias historias dibujando, escribiendo y publicando obras en la red.

Aquí os dejo una lista de las mejores opciones que conozco sobre este tema. La mayoría están en inglés, aunque eso cada vez es un problema menor entre los niños, que son más listos que el hambre.

Tikatok – Tus hijos escribiendo libros en Internet

Tikatok

Tikatok es una aplicación web que permite crear libros a partir de los dibujos infantiles realizados por tus hijos.

Podéis seleccionar historias ya existentes y editar textos añadiendo dibujos en el editor mostrado en la figura inferior, seleccionando, incluso, los nombres de los protagonistas.

StoryBird – Libros infantiles escritos entre todos

Storybird
Si tenéis unos minutos de tiempo y mucha imaginación, StoryBird puede ser la herramienta ideal para crear y distribuir historias especialmente diseñadas para el público infantil.

En StoryBird.com podemos encontrar cientos de historias con divertidos personajes de varios artistas que crearon su libro y lo distribuyeron en la web. Estos personajes pueden ser utilizados en nuestros cuentos, con lo que elimina el problema de los que, como yo, no sabemos dibujar.

StoryPlace – Biblioteca para niños

StoryPlace
Con casi diez años de historia StoryPlace, y su versión en español, tiene una inmensa colección de cuentos infantiles y actividades para los más pequeños.

Animaciones hechas en flash que ayudan a los niños a prestar atención en los detalles, definir historias y conocer personajes.

Lookybook – Libros infantiles gratis

Lookybook
LookyBook contiene una numerosa colección de libros infantiles que pueden verse de cabo a rabo por Internet. Cientos de enormes dibujos para que los niños disfruten escuchando las historias, si es posible, a través de los padres, que es lo que tiene más gracia.

Las historias están en inglés así que, si no sabéis el idioma, podréis contarlas en español inventándola a medida que veis los representativos dibujos.

Storyjumper – Otra opción para crear libros infantiles


Excelente opción para crear libros a partir de dibujos y textos. Tan sencillo de usar que en sólo siete pasos ya puede estar creada la historia, con posibilidad de subir los dibujos realizados por los niños.






visto en Whastnew.com

martes, 8 de septiembre de 2009

Salud: Usted no está sano , está preenfermo

Un celo excesivo en la prevención lleva a tratar como pacientes a personas saludables - Al ampliar los márgenes de lo patológico, crece el número de enfermos y se dispara el gasto sanitario

La línea que divide la salud de la enfermedad puede ser caprichosa y arbitraria. ¿Dónde está el límite entre la tensión normal y la hipertensión? ¿Qué niveles de azúcar en sangre debe tener una persona para ser considerada diabética? ¿Cuándo existe osteoporosis? La salud empieza y acaba donde acuerdan grupos de expertos médicos, que deciden de este modo quién está enfermo y precisa, por tanto, asistencia y tratamiento. Cualquier pequeño desplazamiento de esta línea hacia la normalidad puede significar más salud gracias a la prevención pero también millones de pacientes más y millones de euros en cuidados médicos y medicamentos. ¿Hasta qué punto los cambios están determinados por criterios únicamente médicos o por profesionales con intereses en la industria? Aunque los laboratorios farmacéuticos no son quienes definen las enfermedades, su influencia ha sido denunciada en múltiples estudios, informes y foros médicos.

"Las farmacéuticas no escriben las definiciones de las enfermedades, pero muchos médicos que las escriben lo hacen con bolígrafos que llevan el logotipo de un laboratorio. Hay demasiados médicos y paneles de expertos demasiado próximos a estas compañías", dice el profesor de la Universidad de Newcastle (Australia) y periodista Ray Moynihan, uno de los principales investigadores de las estrategias de los laboratorios para ampliar el número de enfermedades y enfermos.

Una manera de ampliar los límites de la enfermedad ha sido idear el concepto de "preenfermedad". Cuando se etiqueta a alguien como prehipertenso o prediabético es expulsado automáticamente del reino de los sanos, pues tiene que someterse a controles y quizá recibir tratamientos. Este planteamiento refuerza la prevención, y por eso es defendido por muchos médicos, pero tiene como contrapartida que muchas personas sanas son consideradas enfermas y que aumenta el gasto sanitario.

El concepto de preenfermedad encaja en las dolencias cuyo diagnóstico se basa en traspasar un límite medido con una prueba médica. Éste es el caso de la diabetes, la hipertensión o la osteoporosis. La definición de estos procesos se revisa con regularidad, pero la línea divisoria queda cada vez más cerca de la normalidad. Y los que se quedan cerca son etiquetados como preenfermos.

"Los gigantes farmacéuticos ya no se conforman con vender medicamentos a los enfermos", dice Moynihan. "Como saben en Wall Street, hay mucho dinero que ganar con tan sólo decir a los sanos que están enfermos". Esta mercantilización de la enfermedad es una de las caras de un fenómeno más general denominado medicalización de la vida.

Las farmacéuticas, obviamente, no ven así las cosas. "La industria no se inventa enfermedades; lo que hace es poner en marcha soluciones para tratarlas", afirma Julián Zabala, director de Comunicación de Farmaindustria. "Además, no hay que llamar enfermos a todos los que toman medicamentos, porque los pueden tomar de forma preventiva".

Antesala de la hipertensión La tensión arterial elevada no es una enfermedad propiamente dicha, aunque se trata como tal, sino un factor de riesgo de sufrir dolencias como una hemorragia cerebral. Es fácil entender que a mayor presión hay mayor riesgo de rotura de una arteria y de daño orgánico. Pero, ¿dónde empieza la hipertensión? La línea se ha trazado en 140 milímetros de mercurio para la tensión arterial sistólica o alta y en 90 para la diastólica o baja.

Pero algunos creen que estar cerca de estas cifras es también un riesgo a tener en cuenta. Y así surgió hace seis años el concepto de prehipertensión. En 2003, un panel de expertos de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE UU elaboró el informe JNC7 que definía como prehipertensos a las personas con cifras de tensión sistólica de 120-139 o diastólica de 80-89. Así, de la noche a la mañana había millones de enfermos o preenfermos susceptibles de ser tratados. Hasta 2003, se consideraba que las personas con cifras de 120-129 de alta y/o 80-84 de baja tenían una tensión normal, y las personas con 130-139 y/o 85-89 tenían una tensión normal alta.

En principio, los prehipertensos no precisan fármacos (salvo quienes tienen otros factores de riesgo). Sin embargo, "esta nueva visión de la hipertensión arterial ha tenido tanto predicamento que la revista New England Journal of Medicine [la más influyente en medicina] ha llegado a publicar un trabajo sobre el tratamiento de la prehipertensión arterial", dice Alberto López García-Franco, médico de familia del centro de salud Doctor Mendiguchia Carriche de Leganés (Madrid).

Como documenta Ray Moynihan en su libro Medicamentos que nos enferman e industria farmacéuticas que nos convierten en pacientes (Terapias Verdes, 2006), casi todos los miembros de este panel recibían pagos como ponentes o financiación para sus estudios de una larga lista de laboratorios, y uno de ellos declaró tener lazos financieros con 21 laboratorios. En la página web de los NIH donde se publica el informe JNC7, aparecen los conflictos de intereses de los expertos (http://www.nhlbi.nih.gov/guidelines/hypertension/disclose.htm).

"Los conflictos de intereses no implican necesariamente deshonestidad intelectual", manifiesta José Ramón Banegas, investigador de la hipertensión y profesor de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid. Él no cree que estos vínculos económicos hayan condicionado el contenido del informe. Pero otros echan de menos la divulgación de las cantidades percibidas por los expertos, aduciendo que no es lo mismo cobrar 1.500 euros por una ponencia ocasional que 100.000 euros al año.

A pesar de la universalización de las directrices americanas, el concepto de prehipertensión no ha sido del todo aceptado en Europa, según Banegas. De hecho, según este experto, es probable que en el próximo informe JNC8, previsto para 2010, se recupere la idea de tensión normal alta.

Millones de prediabéticos La diabetes es otro ejemplo de cómo una definición determina el número de enfermos y consumidores de fármacos. La línea que define a los diabéticos estaba trazada hasta 1997 en 140 miligramos de glucosa por decilitro de sangre en ayunas, pero ese año la Asociación Americana de Diabetes (ADA) decidió rebajarla a 126, con los nuevos datos epidemiológicos.

Por debajo de este límite quedaba una franja de personas con la glucemia (glucosa en sangre) basal (en ayunas) alterada, con más riesgo ser diabéticos. Hasta 2003, la franja de la glucemia basal alterada era de 110 a 126, pero ese año la ADA rebajó el límite inferior a 100. A partir de entonces se habla ya de prediabéticos, según López García-Franco.

Esta definición aumentó el número de prediabéticos, pero su base científica ha sido puesta en entredicho porque "se basa en datos de un estudio realizado con una población de indios Pima, que tienen mayor predisposición genética a la diabetes", explica Alberto López. Sin embargo, "la prediabetes, según el estudio europeo Decode, realizado con varios cientos de miles personas, no es en sí misma una enfermedad, pues no se relaciona con un aumento del riesgo cardiovascular, sino tan sólo con un incremento del riesgo de desarrollar diabetes".

"El uso del término prediabético es malo porque parece que fuera la antesala de la diabetes. Y no es así", dice Alberto López.

La diabetes es, sin duda, un grave problema de salud. Afecta a 143 millones de personas en el mundo, acorta la vida en 10 años de media, y es la principal causa de ceguera, de amputaciones y de enfermedad renal. Todos los médicos coinciden en que hay que hacer todo lo posible por controlarla y prevenirla. En lo que ya no están de acuerdo es en si hay que prevenirla con fármacos o con cambios en el estilo de vida (ejercicio y dieta). La principal revisión de todos los estudios realizados sobre prevención de la diabetes, publicada en 2007 en el British Medical Journal (BMJ), concluyó que tanto el estilo de vida como los medicamentos ayudan a prevenir la enfermedad.

"Cambiar el estilo de vida es tan eficaz como los fármacos, es más económico y tiene otros muchos beneficios adicionales", destaca Pablo Alonso Coello, médico de familia vinculado al Centro Cochrane Iberoamericano, en el Hospital Sant Pau de Barcelona. Pero cuando las personas que toman fármacos dejan de tomarlos, empiezan a desarrollar diabetes al mismo ritmo que los que no los toman, añade. Alonso Coello destaca que "el tratamiento con fármacos conlleva el riesgo de medicalizar un problema abordable con cambios en el estilo de vida". Pero indica que la cuestión no está resuelta y que "hacen falta más estudios independientes".

El fantasma de la osteoporosis. La salud de la mujer de mediana edad es uno de los ámbitos más medicalizados. Para combatir los efectos de la menopausia, en la década de 1990 millones de mujeres se sometieron a la llamada terapia hormonal sustitutiva, un tratamiento que, como luego se demostró, muchas no necesitaban y ponía en riesgo su salud.

Ahora que las aguas de la terapia hormonal parecen haber vuelto a su cauce, el fantasma del miedo que atemoriza a estas mujeres se llama osteoporosis, una pérdida de masa ósea que aumenta el riesgo de fractura.

La línea que separa la osteoporosis de la normalidad se determina con una prueba que mide la densidad mineral ósea. La divisoria se ha fijado en -2,5 (desviaciones estándar de la normalidad), dejando una franja para la preosteoporosis (de -1 a -2,5). Sólo en España hay 2,5 millones de mujeres con osteoporosis. Pero hay muchas más con preosteoporosis (técnicamente se llama osteopenia): el 40% de las de 50 a 59 años, el 60% de las de 60 a 69, y el 80% de las de 70 a 79. El diagnóstico (con una densitometría ósea, que cuesta 30 euros) y el tratamiento de este problema de salud (400 euros por mujer y año) es uno de los principales gastos sanitarios. Y puede aumentar si se hace caso a las campañas que, sin rigor científico, sugieren ahora que tratar a las mujeres con preosteoporosis podría ser beneficioso para prevenir fracturas, como denunciaron Alonso, López y Moynihan en un artículo publicado en el BMJ el año pasado.

"Las farmacéuticas han patrocinado reuniones en las que se definía la osteoporosis, financiado estudios sobre los tratamientos y desarrollado importantes vínculos económicos con destacados investigadores", advertía Moynihan en 2002, en otro artículo del BMJ. El resultado es que muchos médicos creen que no hay que escatimar esfuerzos diagnósticos y terapéuticos para prevenir fracturas.

Alberto López recalca que el problema de las fracturas vertebrales y de cadera se concentra a partir de los 70 y 80 años, respectivamente. Y sostiene que no está justificado tratar a miles de mujeres durante 25 ó 30 años para evitar una fractura a los 80 años.

En 1974, Marc Lalonde, ministro de Salud y Bienestar de Canadá, presentó un informe que concluía que los estilos de vida eran más importantes que las intervenciones sanitarias para la salud de los canadienses, aunque la mayoría de los recursos se concentraban en la asistencia. El Informe Lalonde mostraba, entre otras cosas, que los estilos de vida pueden reducir la mortalidad prematura en un 50%, mientras que las tecnologías sanitarias representan un 11%, según explica Alberto López. Y añade: "Estos resultados siguen siendo vigentes".

Sin embargo, desde entonces la medicalización sigue ganando terreno. Alberto López pone como ejemplo la peligrosa tendencia a referirse a la persona sana como asintomática que observa en las reuniones médicas. Y reflexiona: "El mensaje es que esa persona no tiene síntomas simplemente porque no se le ha estudiado lo suficiente. La persona sana es una utopía, alguien a quien no se le han hecho suficientes pruebas médicas".

Más que patrocinadores

Las farmacéuticas patrocinan buena parte de la formación y de la investigación médica. ¿Lo hacen por amor al arte de curar? Igual que los fabricantes de neumáticos tienen interés en que se vendan más coches, las farmacéuticas tienen también un legítimo interés en que la línea que separa lo normal de lo patológico esté lo más próxima a la normalidad, como decía en 2002 en estas páginas Richard Smith, entonces director del BMJ y hoy director ejecutivo de UnitedHealth Europa.

"Como casi todo lo que ocurre en la asistencia médica, las ideas que tenemos sobre la enfermedad han sido moldeadas bajo la sombra de los gigantes farmacéuticos mundiales", sostiene Ray Moynihan. "La industria patrocina de forma continuada reuniones importantes de médicos donde se debate y actualiza la definición de las enfermedades".

¿Son conscientes los médicos del problema de la medicalización y la mercantilización de la enfermedad? "Creo que cada vez hay más médicos concienciados, pero hay una gran necesidad de una mayor conciencia por parte de las autoridades gubernamentales. Tratar a gente sana con fármacos no exentos de riesgos y caros, si realmente no los necesitan, es un gran problema de salud pública", responde Moynihan.

En opinión de Pablo Alonso, "cada vez hay una mayor masa crítica y hay más médicos escépticos". Sin embargo, añade Moynihan, "todavía hay demasiados médicos profundamente enredados con los laboratorios y en ciertas áreas se está yendo a peor. No está claro qué pasará en los próximos años".

Vía: elpaís.com

lunes, 7 de septiembre de 2009

Psicologia: La pastilla que oculta el miedo

Fármacos e implantes quirúrgicos combaten la impotencia masculina, pero aún son pocos los hombres que solicitan ayuda médica

¿Saben ese que dice... cuál es la diferencia entre la preocupación y el pánico? Preocupación es la primera vez que no puedes con el segundo, y pánico, la segunda vez que no puedes con el primero.

Pues a uno de cada diez varores -según la Asociación Española de Urología (AEU)- no le hace ni pizca de gracia, porque la disfunción eréctil les está amargando la vida. El gatillazo es todavía el ogro que acecha las relaciones sexuales. Sólo que ahora hay medicamentos para combatirlo y muchos han decidido usar esas muletas para prevenir un fracaso o, simplemente, para sacar nota. "Con una vida tan productiva, basada en el éxito y la eficacia, la sexualidad no podía salir de ese esquema. Los hombres tienen más miedo que nunca al sexo, porque se preocupan más de sacar un sobresaliente que de disfrutar", afirma Francisco Cabello Santamaría, director del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología.

"El sexo sigue siendo un elemento de poder, disponer de más hembras es tener más poder y éxito, como el jefe de la manada. Y cuando las tienen, rara vez lo ocultan, como en el chiste de Claudia Schiffer. Nos hemos bajado del árbol hace muy poco", ejemplifica Cabello Santamaría. Y, por lo que dice, las mujeres se están subiendo al árbol ahora: "Ellas se están incorporando a esa estructura: más moscones detrás, más éxito, más poder".

Así que ellos buscan erecciones poderosas y duraderas y ellas no se conforman si no son multiorgásmicas y están lubricadas desde el inicio. "Esa ansiedad, ese sexo competitivo, es el enemigo número uno. Las personas fallan. Y ahí aparecen los fármacos, como el dopaje en el deporte", zanja Cabello Santamaría.

Esa muleta que proporciona el medicamento está llevando su uso hacia el ocio, mientras que la disfunción eréctil por causas físicas o psíquicas quizá sigue sin tratarse convenientemente porque se oculta. Hay quien ve la disfunción eréctil como algo típico de la edad y se aguanta. Primer error. No es algo asociado al envejecimiento. Si se tiene una buena salud en general, se puede tener una larga vida sexual. Más bien al contrario, la impotencia puede ser un aviso de que algo no va bien, porque se deja ver cuando aparecen los problemas cardiovasculares. Y si alguien va al médico para tratar un problema de corazón, lo mismo ha de hacer cuando los sábados han dejado de ser interesantes.

Alrededor de un 25% o 30% de los casos se deben a razones psíquicas: miedos, inseguridad, exceso de religión. Pero la mayoría es atribuible a causas físicas que se combaten con mucho éxito con tratamientos varios: pastillas, inyección, prótesis. En un terreno movedizo, enfangado entre tabúes, prejuicios y mitos, la pastilla ha traído cierto sosiego. Si hay un medicamento es que hay un problema de salud, no de hombría. Eso está llevando más gente a las consultas, aunque otros opten por la compra por Internet. La pastilla resuelve entre un 60% y 70% de los casos; del resto se encargan las inyecciones o los implantes mediante cirugía. Pero de los dos millones de españoles entre 40 y 50 años afectados, sólo un 25% acude a la consulta, según la AEU. A pesar de ello, los médicos aseguran que ya no hay tanto tabú como hace décadas, sobre todo entre la gente joven.

Miguel Ángel Arroyo combatió a golpe de quirófano un cáncer de colon cuando tenía treinta y pico años. Después llegó lo esperable: disfunción eréctil asociada a una operación como ésa. "Pero pensé: ya que voy a vivir, quiero vivir de verdad y le planté cara a esto". Primero se topó con "un par de torpes", que le aconsejaron paciencia y buenos alimentos; después de todo, había salido del cáncer, qué más quería, vinieron a decirle. En el Hospital Gregorio Marañón (Madrid) dio, por fin, con el doctor Moncada y su receta de Viagra, y los ensayos con Cialis no surtieron efecto. ¿Volver al quirófano?

A principios de los ochenta, el cirujano vascular francés Ronald Virag dio a conocer al mundo un hallazgo ensayado en su propio pene que proporcionaba una hermosa erección. Se trataba de inyectar papaverina en la base del órgano; es un compuesto químico vasodilatador, la clave para que el músculo liso funcione.

Si alguien quiere mover un brazo sólo tiene que hacerlo, o levantar una pierna. Los músculos estriados obedecen. Pero el músculo liso, no: al pene no se le pueden dar órdenes. Es como una esponja: cuando se empapa de agua se dilata, crece. Si la sangre no consigue fluir adecuadamente, la cosa no funciona. Digamos, gatillazo.

Las inyecciones de papaverina relajan el músculo liso y permiten el flujo sanguíneo. Pero a Miguel Ángel Arroyo la "tortura" de pincharse en el pene no le convencía. "Me inyectaba mi compañera, yo no podía ni mirar, era un horror". A veces, el líquido entraba con dolor y el preparado del doctor Moncada acababa caducando por falta de uso.

Cuando Ignacio Moncada, que ahora es jefe del servicio de Urología del Hospital de la Zarzuela, le propuso entrar al quirófano para implantarse una prótesis de pene, Arroyo ya había roto con su pareja. Lo pensó durante un año, dijo sí y ahora es otro hombre. "Cuando tienes ese problema te vuelves una persona gris, sin ánimo, la vida pierde su chispa. Si te falta la erección, todo se ve afectado. La sexualidad es importante".

La operación es sencilla y sus resultados retan a la naturaleza: "Un coito puede durar casi lo que uno quiera". Las pastillas por sí solas no sirven, necesitan estímulos para conseguir una erección. Con la prótesis sólo hay que darle al botoncito. La válvula, oculta bajo la piel del escroto, acciona el mecanismo y el depósito libera el suero fisiológico que llena dos cilindros insertos en el pene. "Cuando queremos terminar, pulsamos y el líquido vuelve al depósito". Nada se ve, nada se nota. "Yo tuve un paciente que sólo se lo dijo a su mujer cuando tuvo que volver al quirófano para sustituir la prótesis por una nueva", dice Moncada. "Este sistema está evolucionando muy bien. Antes había más infecciones, ahora las prótesis vienen recubiertas de antibiótico y duran muchísimo", asegura Moncada. Pero no son baratas, y no es fácil que la sanidad pública las cubra. Una operación de éstas puede costar entre 15.000 y 18.000 euros. ¿Por qué el sistema sanitario no cubre estos tratamientos si la Organización Mundial de la Salud considera que una sexualidad saludable es un derecho del individuo?

"Las autoridades sanitarias deberían combatir estos problemas, pero las pastillas son caras y en ocasiones, como en la etapa Bush en Estados Unidos, cuesta mucho autorizar medicamentos de este tipo", lamenta Moncada.

Al final, Viagra, Cialis, Levitra, fármacos que han pulverizado tabúes, acaban colándose por la puerta falsa de Internet, sin seguridad de ninguna clase, y se rodean de leyendas que no ayudan. "Se transmitió con insistencia que causaban infartos. ¿Cómo va a ser eso? Es justo lo contrario. Precisamente se inventaron para el tratamiento de la angina de pecho por ser un relajante muscular", sostiene Moncada.

Lo que sirve para las arterias del corazón es útil también para combatir una disfunción eréctil, porque ambas tienen las mismas causas. La impotencia está considerada como un síntoma centinela: cuando un médico la detecta sabe que su diagnóstico no debe quedarse ahí. Los problemas cardiovasculares pueden estar haciendo su aparición. Por esa razón las famosas pastillas azules no se venden sin receta. Los médicos temieron que los hombres solucionaran sus problemas de erección en la farmacia y otras dolencias graves quedaran ocultas a los facultativos. La agencia estadounidense del medicamento no lo autorizó.

A la inversa también ocurre. Diversas dolencias, como la diabetes, la hipertensión, colesterol, o los medicamentos con los que se tratan, pueden ocasionar disfunción eréctil. Por no hablar de la extirpación de la próstata o de un cáncer de colon. En esos casos, es cuando los médicos preguntan: "¿Y en la cama, qué?". Eso allana el camino.

Porque, a menudo, la impotencia se lleva en silencio, con miedo a fallar otra vez, con estrés y ansiedad. Y la pescadilla se muerde la cola. A más angustia, más fracasos. Respecto a las causas psíquicas, no son pocos los que achacan los nuevos miedos y los patinazos en la cama a la liberación sexual femenina. La mujer con la que se acuestan no es ya una persona que ha conocido un solo varón. Puede comparar. Además pide, reclama. ¿Quién puede estar a la altura?

Francisco Cabello Santamaría quiere despojar a la mujer de esa nueva culpabilidad que se le imputa en los fracasos del varón: "La liberación sexual femenina ha mejorado las relaciones de la gente saludable. Sólo perjudica a los que tienen miedo, o no entienden la relación como un vínculo igualitario. Los demás hemos ganado en calidad y en cantidad", asegura. "Esa liberación sólo hunde al hombre calificado como ansioso ambivalente, que establece relaciones para sentirse querido, pero está permanentemente interrogando a su pareja sobre si le quiere o no, con episodios de celos. Son un 15% de la población", asegura Cabello Santamaría.

Este experto menciona otros tres tipos. El llamado "de apego seguro", los mayoritarios. Están cómodos con su pareja, con la que mantienen una razonable relación sexual. Luego figuran "los evitantes", que nunca se entregan en el afecto. Son proclives a juegos eróticos porque están siempre explorando. Y Cabello, que preside la Liga Internacional para la Promoción de la Salud Sexual, asegura que todos vienen determinados desde la infancia, en función de la relación con la madre (el padre, o la abuela, su figura de referencia).

Así, pues, la mujer no tiene culpa, pero, ¿qué hay de la responsabilidad? Pastillas, inyecciones, eso está muy bien, dicen algunos, pero no hay mejor estímulo para un hombre que una mujer (en el caso de parejas heterosexuales, claro). Pues tampoco. "La sexualidad es como el DNI, personal e intransferible y los estímulos dependen de uno mismo. Hay quien siente aversión y no se excita con nada y hay quien responde a la menor señal".

¿Cuál es, pues, el mejor estímulo? "Pues va a parecer ñoño, pero es el vínculo amoroso. Cuando uno está enamorado hay un cambio bioquímico que potencia el sexo. Aunque, claro, el enamoramiento dura de una semana a tres años", concluye este experto.

vía: elpaís.com

lunes, 27 de julio de 2009

Los lazos afectivos aumentan la virulencia de las reacciones emocionales

Cuando algo va mal es muy habitual que echemos la culpa de lo que está pasando a alguien externo a nosotros. Esto cuando a la persona que le atribuimos el fracaso de una situación en la cual nosotros estábamos involucrados es un extraño no nos suele provocar ningún cargo de conciencia achacar al otro todo lo que se ha hecho mal. Los problemas comienzan cuando hacemos lo anteriormente mencionado y esa persona no es una extraña para nosotros: puede ser nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres.

Para evitar acabar en un proceso en el cual todos se echan la culpa a todos por algo que pasó mal es necesario acudir a la racionalidad. Es la única manera de evitar que las relaciones con nuestros seres más próximos se acaben agriando o incluso rompiendo del todo. En casos muy extremos puede ser incluso conveniente el acudir a algún especialista para que el ponga un poco de orden en las, cada vez más, discusiones y enfrentamientos constantes que se producen.

En las relaciones a largo plazo, ya sean estas familiares o afectivas, es muy importante no tensar las relaciones porque si no es muy probable que las situaciones de desagrado y de odio por el otro se asienten definitivamente como un elemento más de la familia y / o de la pareja. Estos sentimientos negativos está demostrado que surgen con más virulencia cuando las personas en cuestión tienen fuertes lazos familiares o afectivos. Para evitar caer en este tipo de soluciones hay que imponer la racionalidad y evitar echarse los trastos a la cabeza los unos a los otros. Lo que tiene que primar son la búsqueda de soluciones a situaciones familiares y de pareja que de enquistarse se pueden llevar por delante a la pareja o a la familia.

Fuente: Psychology

sábado, 18 de julio de 2009

Educación: La era del profesor desorientado

Los docentes se enfrentan a unos estudiantes menos obedientes pero que van por delante en ciertos conocimientos - ¿Hay que volver a la disciplina o lo que falta es modernizar la enseñanza?

Unos creen que el problema es que profesores del siglo XX intentan educar a jóvenes del siglo XXI en unas escuelas del siglo XIX, y por eso no termina de funcionar. Otros, que se han perdido valores básicos de la educación, sobre todo, la disciplina y el esfuerzo. En realidad, son dos maneras distintas de enfrentarse a un mismo hecho: que los docentes no tienen claro, no encuentran o no les ofrecen las herramientas necesarias para enseñar a unas nuevas generaciones de jóvenes que no responden de la misma manera que las anteriores a la educación escolar.

Una generación que "ha crecido en un ambiente más amable y con más libertad", que aventaja "a los mayores y al profesorado en algunos aprendizajes", por ejemplo, en algo tan central hoy día como las nuevas tecnologías, explica el catedrático de Didáctica de la Universidad de Valencia José Gimeno Sacristán. El sociólogo de la Universidad de Salamanca Fernando Gil lo plantea de manera más cruda: "Los profesores se enfrentan a los alumnos, especialmente los adolescentes, más desorientados de la historia. Sin el apoyo de las creencias religiosas e ideológicas, flotan a la deriva del consumismo y de la Red. Tienen los padres más permisivos de la historia, con problemas para ejercer la autoridad, lo cual se observa cuando hay tensiones en el centro, porque se posicionan más del lado del hijo-alumno que del lado del profesor".

La percepción de los docentes españoles sobre el ambiente escolar (la disciplina en el aula, las relaciones profesor-alumno) es la peor de los que han participado en el Informe Talis de la OCDE, que ha encuestado a 90.000 profesores de 23 países. Mientras unos docentes se quejan de que se les ha despojado de autoridad (reclaman más castigos disciplinarios, por ejemplo), otros explican simplemente que hoy la autoridad hay que ganársela en el aula, como ocurre en todos los ámbitos políticos y sociales de una sociedad en la que el margen de decisión a todas las edades, no sólo en la etapa escolar, ha aumentado espectacularmente en las últimas décadas. Lo que es evidente es que eso ha cambiado en los institutos desde los años ochenta, cuando empezó a trabajar buena parte de los profesores actuales.

Francisco Caballero, profesor desde hace 39 años, en primaria y, luego, en secundaria, explica que cuando él empezó, los alumnos "obedecían, por miedo, por respeto o lo que fuera". Esto duró hasta el 1980 o 1985, cuando los alumnos "empezaron a darse cuenta de que no tenían que obedecer, y sobre todo, que si no obedecían, no pasaba nada". Si al principio eran pocos los alumnos que respondían mal al esquema clásico de la disciplina en clase, luego fueron más, aunque, por supuesto no lo son todos. Caballero, maestro de Matemáticas en un instituto Toledo, no está ni de lejos en la categoría de "profesores quemados", se le nota enamorado de su profesión aún después de tantos años, no culpabiliza a los chavales y ofrece multitud de matices que dibujan la situación: los institutos han pasado de acoger un porcentaje pequeño de la población a intentar enseñar al 100% de jóvenes hasta los 16 años, a los buenos, a los regulares y a los malos (académica y disciplinariamente hablando); en lugar de solucionar los problemas entre todos, profesores, administraciones y familias se echan la culpa unos a otros; los profesores, muchos desanimados, trabajan de espaldas entre ellos (los docentes españoles también son de los que menos colaboran entre ellos, según el informe Talis).

Todo ello ha provocado un fuerte choque en la escuela, sobre todo en los institutos que acogen a los adolescentes. ¿Y cómo reaccionan los profesores? Para el sociólogo Carles Feixa, "a la defensiva, se blindan". Para el docente de instituto madrileño y experto en educación Miguel Recio, "lo afronta desorientado, muchas veces con un gran coste personal y, a veces, recurriendo al corporativismo".

Pero sin duda, por mucho que haya crecido el porcentaje de alumnos indisciplinados, por mucho que el profesor tenga que ganarse el respeto de sus pupilos en lugar de exigirlo sin más, las aulas de secundaria no son esos campos de batalla que se dibujan a veces en el imaginario colectivo. Y, sobre todo, el problema es que esa imagen distorsionada en muchas ocasiones distrae la atención del hecho de que el debate de la escuela va más allá de la disciplina; lo que se enseña y cómo se enseña, sobre todo en la educación obligatoria, también está en cuestión. Y de nuevo aquí, todo tipo de tonos grises planean sobre dos maneras antagónicas de enfrentarse a un mismo problema.

Hay quien pide adaptar los contenidos y las formas de enseñar para acercarlos a una generación que se aburre de muerte en las clases porque la mayor parte de lo que les ofrecen no tiene nada que ver con ellos (un ejemplo: alumnos capaces de distinguir la estructura morfológica de una oración pero no se saben expresar); y los que reclaman la vuelta al contenido clásico, a los conocimientos puros y duros que tradicionalmente se ha aceptado que merecen ser transmitidos.

"La falta de motivación por parte de los estudiantes es la consecuencia y no la causa del problema", dice Andreas Schleicher, director del Informe Pisa de la OCDE que mide los aprendizajes de los chavales de 60 países a los 15 años -porque es éste un debate que trasciende las fronteras españolas-.

Schleicher asegura que lo que se enseña en la escuela cada vez está más alejado de lo que hace falta para salir adelante en las sociedades modernas. "Los jóvenes dominan las tecnologías y los contenidos de la comunicación, pero cuando llegan a la escuela lo primero que les dicen es que apaguen ese botón. Cuando se inventó la escuela pública, todo lo que pasaba allí tenía sentido. A los jóvenes les ofrecían en la escuela conocimientos y destrezas que les iban a durar toda la vida", añade, pero ya no es así.

El experto británico en didáctica de las ciencias, hoy en la Universidad de Stanford (EE UU), Jonathan Osborne considera que Internet ha puesto en cuestión el papel clásico del profesor, el de proveedor único de información y conocimiento. Con ese 100% de adolescentes escolarizados hasta los 16, "la enseñanza puede ser más heterogénea y los docentes se van a encontrar con una gran variedad de necesidades", esto es, que enseñar, algo que nunca ha sido fácil, se convierte en una tarea todavía más difícil.

De hecho, cuando en el informe Talis preguntaron a los docentes españoles en que necesitan más formación, un buen porcentaje habla del control de la disciplina (18%), pero muchos más reclaman más formación en nuevas tecnologías (26%) y, sobre todo, en atención a necesidades especiales de aprendizaje (35%).

Los cambios que se proponen son de tipo: desde simplemente atraer a los alumnos con cosas cotidianas (Francisco Caballero, siempre cuenta cómo usa el recibo de la luz para enseñar Matemáticas), hasta los más revolucionarios que piden reducir el número de materias, hoy muchas y estancas, y pasar a un tipo de enseñanza más parecido al que puede haber en Internet, es decir, ir saltando de un tema a otro, de un área a otra sin corsés.

En el lado opuesto está Ricardo Moreno, docente y autor del Panfleto Antipedagógico. "Los niños, de toda la vida, han preferido estar jugando con sus amigos que ir a la escuela". Para Moreno es claramente el sistema lo que ha fallado, pero no por falta de adaptación a las nuevas necesidades, sino por todo lo contrario: "Hay que volver a la escuela autoritaria y conservadora. La escuela tiene que ser autoritaria (lo que no quiere decir andar con el cinturón) y conservadora, porque su misión es transmitir el saber que debe ser conservado. En música hay que enseñar a Beethoven y no la canción del verano". Echa la culpa a la ley educativa que aprobó el PSOE a principios de los noventa del siglo pasado: "Es un sistema que no educa, que no exige. Los alumnos necesitan rutina y disciplina y el profesor a veces tiene que ponerse ceñudo".

Una y otra visión de la enseñanza tienen mucho que ver, además, con el clima escolar, según el informe Talis de la OCDE. Por ejemplo, en Hungría, Italia, Corea del Sur, Polonia y Eslovenia, los profesores que creen en una enseñanza más participativa del alumno son más propensos a decir que el ambiente en clase es bueno. Mientras, los docentes que prefieren la transmisión directa de los conocimientos, la clásica, la unidireccional en la que el maestro enseña y el alumno escucha y aprende, tienden a ver más problemas de disciplina. Esto ocurre en Bélgica, Corea del Sur, Noruega, Polonia, Portugal, Eslovenia y España. En la mayoría de los países la idea del profesor facilitador tiene más aceptación (en España, en realidad, están muy igualadas las dos visiones), pero otra historia es ponerlas en práctica, algo que, en general, les cuesta.

Manel Perelló, director del instituto público Josep Sureda i Blanes de Palma de Mallorca y docente desde hace dos décadas, cree que el principal problema es que a los docentes no se les está formando para enseñar en la escuela de hoy, sino en la de hace muchos años. "Hay muchos profesores que se han formado y se han adaptado sobre la marcha, pero no podemos depender de eso", dice este profesor que no sólo reclama más formación inicial (un máster de un año va a sustituir el cursillo para acceder a profesión de profesor de secundaria), sino un cambio en el sistema de acceso a la profesión.

Rafael Porlán, catedrático de Didáctica de las Ciencias y miembro de la Red Ires (formada por docentes de todos los niveles que promueven una enseñanza distinta de la tradicional), señala como uno de los problemas la escasa vocación entre los profesores de secundaria: "Cuando se les pregunta qué son, muchos responden matemático o filólogo, en lugar de profesor", dice. Porlán habla de cosas que han cambiado en los adolescentes -"Es cierto que son menos dóciles"-, y de cosas que siguen igual -la crisis de la adolescencia, la búsqueda de la identidad, la inconsciencia-, pero insiste, como Gimeno Sacristán, en que no se puede criminalizar a unos jóvenes que no son más que el producto de una sociedad y de unos adultos que a lo largo de toda la historia han tenido dificultades para conectar con sus menores. Y sobre todo, "porque cuando tú les ofreces otro modelo distinto, hasta los alumnos más difíciles responden", asegura Porlán mencionando un proyecto que consiguió mejorar el ambiente en un instituto muy conflictivo de Sevilla a través de la asignatura de Plástica: pusieron a los chavales a reproducir obras de arte que hoy decoran el centro.

"Los métodos de transmisión son más atractivos fuera que dentro de la escuela. Es cierto que los hay que no quieren estudiar, pero si es así, preguntémonos qué se les ofrece. El profesorado no es formado en estos temas, afronta los retos como si fuesen riesgos. Probemos a implicarlos en asuntos que les conciernen, que aprendan sobre sexualidad en lugar de hacerlo sobre el esquema del aparato reproductor", dice Gimeno.

A mitad de camino, en esa zona de grises, está el director de instituto Manel Perelló. "La visión conservadora a menudo es un discurso muy antiguo, pero lo otro

[cambiar radicalmente contenidos, métodos, incluso los espacios escolares] muchas veces es simplemente ir a buscar lo más novedoso", dice. Está de acuerdo en que ha cambiado el concepto de disciplina, que la exigencia se va reduciendo, pero como reflejo de la sociedad, no por lo hábitos escolares: "Durante muchos años ha sido fácil encontrar trabajo, incluso sin formación", dice desde una comunidad, Baleares, donde muchos han ligado sus altísimas tasas de abandono escolar temprano, del 44%, a la abundancia de trabajos en hostelería. Por otro lado, Perelló cree que los cambios son necesarios, pero que no deben ser demasiado ambiciosos.

En todo caso, desde el blanco, el negro o el gris, todos parecen reclamar una revisión de un sistema que no está donde la sociedad reclama (todo el mundo se lleva las manos a la cabeza cuando salen los resultados de España en el informe Pisa), en un país donde se suceden las leyes educativas sin llegar nunca a un gran pacto de Estado entre partidos, sindicatos y padres (el nuevo ministro de Educación, Ángel Gabilondo, se ha propuesto de nuevo alcanzarlo a pesar de los desesperanzadores precedentes).

Y, si parece que, como asegura el informe Talis de la OCDE, como coinciden tantos estudios y tantos expertos, la verdadera diferencia en educación la marcan los profesores, parece lógico empezar atacando su desorientación. "El reto de la escuela es crear buenos sistemas de apoyo para que cada profesor sea consciente de sus propias debilidades, y eso significa muchas veces cambiar lo que ellos creían que era mejor. Es necesario ofrecerles buenas prácticas en cada área específica y, sobre todo, motivarles para llevar a cabo los cambios necesarios, lo cual se puede hacer a través de sencillos incentivos materiales", dice Andreas Schleicher.

Vía: elpaís.com

sábado, 11 de julio de 2009

Estudio: efectos de la violencia en el medio televisivo

Días atrás diversos medios de comunicación se hacían eco de los resultados de un estudio realizado por un equipo de investigadores del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid, en el que se analizan los efectos emocionales de la violencia en el medio televisivo.

En este trabajo, entre otras cuestiones, se aborda la relación existente entre el visionado diario de violencia en la televisión y los valores sociales de las y los telespectadores. En este sentido, los y las autoras de este trabajo reconocen que la identificación e interiorización de la violencia no son meros efectos de la visión de imágenes violentas, sino que dependen en buena medida de los valores sociales y del proceso evaluativo que hace cada persona.

Este estudio viene a aportar nuevos datos sobre el viejo debate en torno a los posibles efectos negativos de la sobre-exposición a imágenes violentas en los medios de comunicación y, en concreto, en la televisión. De igual manera, se profundiza en los efectos positivos que pueden entrañar estas imágenes, en según qué contextos y programas.

Reconociendo la relevancia de este tema en la sociedad de la información en la que vivimos, esta publicación ha querido entrevistar para sus lectores y lectoras a Concepción Fernández Villanueva, directora de este estudio. Concepción Fernández Villanueva es docente e investigadora en el Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Actual directora de dicho Departamento, Fernández Villanueva cuenta en su haber con un buen número de investigaciones y trabajos centrados en el ámbito de la violencia en general y, en particular, en violencia de jóvenes y violencia de género.




Concepción Fernández

El equipo de investigación responsable de este trabajo está integrado por Concepción Fernández Villanueva, Juan Carlos Revilla Castro, Roberto Domínguez Bilbao, Andrés Almagro González, Leonor Gimeno Jiménez, Rafael González Fernández y Blanca Lozano Maneiro.

ENTREVISTA

En primer lugar, nos gustaría conocer qué motivó al equipo de investigación que usted lidera a realizar una investigación de esta naturaleza. ¿Qué objetivo tenían en mente a la hora de realizarlo?

El estudio de la violencia ha sido una constante en nuestro equipo. Hemos trabajado sobre violencia de género y violencia de jóvenes en grupo, y el estudio de la violencia en televisión suponía una continuidad en la intención de entender un aspecto más de este comportamiento tan importante en la vida social.

Nos parecía que las investigaciones sobre la televisión estaban dirigidas hacia dos vertientes muy polarizadas. Por un lado, los estudios sobre cuantificación, que señalan poco más que los índices de violencia y, por el otro, aquellas investigaciones sobre efectos, principalmente sobre aprendizaje de agresión o sobre desensibilización hacia la violencia. Estos últimos han sido, en su mayoría, realizados principalmente en laboratorio y se refieren, casi exclusivamente, a las escenas de violencia en la ficción.



En nuestros trabajos anteriores sobre violencia de género y violencia de jóvenes, apareció como una dimensión muy importante en la explicación de los actos violentos de los individuos y grupos la justificación moral o ideológica de la violencia, ya fuera por la ideología o por los valores de los agresores. Por ello, intentamos investigar más que la cantidad de la violencia, la presentación de los actos violentos como justificados o condenables, es decir, legitimados o deslegitimados.

Por otra parte, encontramos una gran ausencia de investigaciones que preguntaran a los espectadores por sus emociones al asistir a relatos y escenas de violencia en la televisión. Sin embargo, todos nuestros trabajos anteriores nos señalaban la importancia de las interpretaciones, de las versiones de los actores acerca de sus actos de violencia, incluso de las interpretaciones acerca de las víctimas que los agresores elegían. Por ello, la mediación de la interpretación de los espectadores nos pareció, como ha resultado ser, una cuestión de primordial importancia, que incide en las emociones, en el impacto y en los efectos a corto y largo plazo del visionado de violencia. Por lo tanto, las principales cuestiones que teníamos en mente, eran: a) que la violencia se presenta como legitimada o deslegitimada y; b) que los espectadores interpretan desde sus historias de vida, su identidad y sus valores la violencia que ven, y reaccionan en consecuencia.

Profundizando en este trabajo, ¿cuáles son los principales resultados y las conclusiones más significativas que podemos extraer del mismo?

Esta investigación consta de dos partes realizadas con diferentes metodologías. La primera es un análisis de contenido de la violencia emitida en las cadenas nacionales y algunas autonómicas en los años 2000, 2005 y 2007.

Los principales resultados de esta amplia investigación son la alta tasa de actos de violencia que se emiten y que va en aumento a lo largo de los años. Esta alta tasa de violencia, no obstante, no es el resultado más importante, comparado con los datos sobre consecuencias y sobre legitimación y deslegitimación. Sólo el 23,5% de los agresores reciben consecuencias claramente negativas por su acción; y el resto, o bien consigue algo positivo o, al menos, ninguna sanción o castigo. De este modo, la violencia aparece como "funcional" para el que la realiza.

La legitimación es muy alta (alrededor del 40%), pero también es muy alta la presentación de violencia como deslegitimada (más o menos otro 40%). Y, sobre todo, la cantidad de actos parcialmente legitimados y deslegitimados. Ahí reside la importancia de las interpretaciones de los espectadores, esto es, en todos los procesos psicosociales de interpretación realizados por los mismos así como, por los grupos de diferentes valores e ideologías.

La segunda parte de la investigación es un análisis de discurso sobre la recepción de la violencia por los espectadores, sobre lo que consideran violencia, las emociones que su visionado les produce, las funciones que tiene, las razones de su atractivo y los procesos de identificación con las víctimas o los agresores. Los resultados son muy variados y novedosos. No todos los espectadores ven violencia en las mismas escenas, sino que su reconocimiento varía según sus características psicosociales y sus historias de vida.

Para algunas personas, ciertos actos de violencia pasan desapercibidos y el umbral de reconocimiento y la importancia del impacto varían sustancialmente. Los espectadores consideran que la emisión de violencia tiene algunas funciones interesantes e imprescindibles de la emisión de violencia (por ejemplo, la función de atestiguar que han ocurrido ciertos hechos, la de mostrar los factores o causas de un aspecto importante de las relaciones interpersonales y el conflicto social como es la violencia, la de conocer los límites de la propia psicología del espectador, la de ayudar a elaborar o anticipar posibles experiencias, etc.). Y, finalmente, la visión de violencia despierta procesos de identificación con las víctimas (y en menor grado con los agresores, siempre que la violencia de los agresores se presente como legitimada).

En este trabajo se habla de que la violencia y su posible reproducción no son una cuestión de simple visionado o sobre-exposición de la violencia en los medios, sino que dependen del tipo de programa y del proceso evaluativo que hace cada persona en función de sus valores. De manera general, ¿qué procesos psicosociales están implicados en la transmisión, interiorización y manifestación de la violencia de los medios de comunicación masivos? ¿Qué importancia tienen los valores sociales en todo este proceso?




En primer lugar quisiera resaltar una cuestión muy simple, pero esencial: los espectadores evalúan si la violencia es real o ficticia. La violencia que saben real es sustancialmente más importante de cara a los efectos que produce. Las emociones de la violencia real son negativas, desagradables y producen angustia, tristeza o rabia, lo que no impide que los espectadores se interesen por las imágenes violentas y las vean. La violencia ficticia produce en el espectador, en ocasiones, una alta tensión y emociones intensas, pero éstas no son necesariamente negativas, sino más bien ambivalentes. En este sentido, detectamos un consumo "controlado" de emociones , y una forma de poner a prueba los limites de la resistencia ante las escenas escabrosas. Asimismo cuando las escenas son creíbles y se pueden relacionar con experiencias posibles sirven para elaborar, conocer o anticipar reacciones y consecuencias. El interés y disfrute de la violencia de ficción depende de que tenga cierta lógica, mantenga una intriga en el contexto de la acción y no sea demasiado exagerada

Por otra parte, cada persona en función de su experiencia, su identidad, su papel dentro de la sociedad, así como de sus valores, se siente molesta, dañada o, por el contrario, reconocida cuando la televisión muestra violencia. Los "padres y madres" tienen un umbral de violencia diferente a los jóvenes por el simple hecho de sentirse en el papel de protectores de los hijos. Además, los jóvenes retienen más la violencia en y contra el mundo animal, quizá porque han sido socializados en los valores de protección de la naturaleza. Las mujeres sienten de modo distinto las escenas de violencia de género. Podemos decir que sienten en ellas un "reconocimiento" de su problema. La socialización, la identidad y el papel social de los espectadores, así como la similitud con las victimas o la "cercanía" física o psicológica a ellas (o, en su caso, a los agresores) modifican las emociones y los efectos a corto y largo plazo.

Un resultado interesante y poco resaltado hasta ahora es que las escenas más impactantes producen una elaboración social de los problemas implicados en ellas. De las escenas impactantes se habla, producen verbalización, conexión con otras experiencias y escenas anteriores o posibles, así como una cierta elaboración social de actitudes hacia los objetos sociales implicados. Del visionado de violencia sufrida por victimas reales se puede desprender un "sufrimiento distante" por identificación que tendría efectos más positivos que negativos. Por lo tanto, no podemos afirmar que la visión de violencia engendre más violencia, o que el visionado de violencia desinhiba o desensibilice, al menos cuando se trata de violencia real deslegitimada.

Las escenas de violencia real repetidas son molestas y el espectador se puede proteger de ellas, pero eso no significa que no hayan calado en su mente y sean el inicio de otras acciones sociales y actitudes transformadoras. Nosotros hemos detectado la producción de responsabilidad e incluso culpa en algunos espectadores al presenciar escenas que les han impactado e incluso dolido. Por lo tanto, los procesos psicosociales implicados en el impacto de la violencia son la socialización y la identidad social, la identificación con los personajes, la interpretación y elaboración en grupo de los problemas y el surgimiento de actitudes sociales.

Usted ha dedicado buena parte de sus investigaciones a la violencia ejercida contra las mujeres. ¿Qué resultados podemos extraer en este estudio con respecto a esta problemática? ¿Considera que los medios de comunicación cuentan con la necesaria perspectiva de género que desde diferentes ámbitos se empieza a demandar cada vez con más ahínco?




La violencia mostrada en la televisión sigue las pautas de la representación de toda la acción de las mujeres en la sociedad, por lo que las mujeres parecen poco representadas. El 75 % de la violencia aparecida en televisión es protagonizada por los hombres. También el 70% de las víctimas son hombres. De esta manera, podemos llegar a la conclusión de que la violencia es un acto más bien masculino. Nuestra sospecha es que esa representación corresponde a la violencia más importante, la violencia física, la que representa el conflicto entre las instancias más poderosas, pero no a todos los ámbitos y las dimensiones de la vida social.

La violencia de los hombres es mucho más física, y la de las mujeres tiene un carácter más psicológico o social. Estos dos rasgos se pueden explicar por la posición no igualitaria de las mujeres, por su desigualdad en cuanto a la simple posibilidad de utilización de la violencia en la resolución de conflictos. No olvidemos que la violencia no sólo se ejerce "horizontalmente" o entre iguales, sino más bien de arriba hacia abajo, es decir, desde los niveles de mayores recursos sociales hacia los de menores recursos.

No obstante, en el último año analizado, el 2007, la representación de violencia protagonizada por mujeres, es decir, el porcentaje de mujeres "agresoras", ha aumentado ligeramente, lo que quizá corresponda a una mayor participación de las mujeres en la interacción social relevante, incluida la que se ejerce con violencia.

Con respecto a la violencia de ficción, aunque han aparecido heroínas violentas en algunas películas, su presencia es muy escasa y parece más bien residual. Quizá los estereotipos de género, que presentan a las mujeres muy poco identificadas con actitudes violentas, siguen afectando a la construcción de productos de ficción en los que la mujer actúe violentamente.


¿Le gustaría añadir alguna otra cuestión con respecto al tema que nos ocupa?

Cuando nos planteamos si hay mucha violencia en la televisión surge demasiado a menudo una actitud culpabilizadora, que es tan extendida como inadecuada desde el punto de vista "analítico". Esta actitud quizás se desprende más de un deseo de no querer ver o de no querer que exista la violencia como tal. En definitiva, se podría tratar más de una actitud que podríamos llamar "falsamente pacificadora" (es decir, de un deseo de protección) que de la pura realidad de los datos.

Cuando se trata el tema de la violencia tendemos a enjuiciar antes que a "conocer" realmente de qué se trata: enjuiciamos más rápidamente que conocemos. Bajo el supuesto de que toda violencia es mala puede resultar fácil enjuiciar negativamente y, con ello, negarse a conocer. No obstante, los espectadores dicen que la emisión de violencia les sirve para conocer, incluso para conocerse, además de otras muchas funciones.

La violencia de la realidad nunca debería dejar de mostrarse, o al menos contarse, porque añade información. Sirve para testificar socialmente una realidad y suscita identificaciones que tienen un enorme potencial de acción social. La violencia de ficción es muy amplia y puede servir como fuente de emociones controladas, siendo menos potencialmente negativa cuanto menos se legitima. Desde nuestro punto de vista, la investigación debe proseguir avanzando principalmente en la explicación de los efectos de la violencia real mostrada en la televisión.

vía: infocoponline.com