lunes, 27 de julio de 2009

Los lazos afectivos aumentan la virulencia de las reacciones emocionales

Cuando algo va mal es muy habitual que echemos la culpa de lo que está pasando a alguien externo a nosotros. Esto cuando a la persona que le atribuimos el fracaso de una situación en la cual nosotros estábamos involucrados es un extraño no nos suele provocar ningún cargo de conciencia achacar al otro todo lo que se ha hecho mal. Los problemas comienzan cuando hacemos lo anteriormente mencionado y esa persona no es una extraña para nosotros: puede ser nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres.

Para evitar acabar en un proceso en el cual todos se echan la culpa a todos por algo que pasó mal es necesario acudir a la racionalidad. Es la única manera de evitar que las relaciones con nuestros seres más próximos se acaben agriando o incluso rompiendo del todo. En casos muy extremos puede ser incluso conveniente el acudir a algún especialista para que el ponga un poco de orden en las, cada vez más, discusiones y enfrentamientos constantes que se producen.

En las relaciones a largo plazo, ya sean estas familiares o afectivas, es muy importante no tensar las relaciones porque si no es muy probable que las situaciones de desagrado y de odio por el otro se asienten definitivamente como un elemento más de la familia y / o de la pareja. Estos sentimientos negativos está demostrado que surgen con más virulencia cuando las personas en cuestión tienen fuertes lazos familiares o afectivos. Para evitar caer en este tipo de soluciones hay que imponer la racionalidad y evitar echarse los trastos a la cabeza los unos a los otros. Lo que tiene que primar son la búsqueda de soluciones a situaciones familiares y de pareja que de enquistarse se pueden llevar por delante a la pareja o a la familia.

Fuente: Psychology

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