
Mucho se ha hablado de los nuevos modelos familiares, pero poco se dice de las modificaciones en el interior de las llamadas familias tradicionales debido a la modernidad. Y es que las nuevas dinámicas sociales y económicas han impactado en los roles de las familias jóvenes, y por tanto en la formación de las futuras generaciones.
La Ciudad de México es uno de los mejores ejemplos. Es una de las entidades con mayor nivel educativo y donde la inserción de la mujer en el ámbito laboral es cada vez mayor.
Algunos de sus habitantes no tienen como meta formar una familiar, pero aquellos que sí deciden dar ese paso saben poco del nuevo papel que tendrán que desempeñar.
Quizá la mayoría de los que están leyendo este texto crecieron con un modelo familiar consolidado desde la década de los sesenta, el cual describe una alta presencia de la imagen materna y de varios hermanos, mientras que el padre prácticamente no figura más que como el proveedor.
Actualmente estos roles se han modificado. De acuerdo con la doctora en sicología, Vanessa Nahoul, ahora la presencia paterna es mayor, incluso por encima de la madre y el número de hermanos es menor.
Este crecimiento de la figura paterna tiene que ver con que cada vez es más común que la mujer participe en la economía familiar, lo que libera al hombre de llevar solo esa carga, permitiéndole estar más en el hogar con los hijos y contribuir en las labores domésticas.
“Esta nueva imagen del papá enseña a los hijos la forma masculina de expresar cariño, así como otro tipo de habilidades. Esto les da una formación distinta”, explicó.
Si bien para varios varones aún es difícil aceptar la independencia femenina o que su pareja incluso pueda percibir un salario mayor, hay muchos que debido a la propia necesidad y exigencias de la vida han cambiado su visión de la masculinidad.
“Una parte la aprendieron fuera y otra en casa, pues veían a mujeres de su familia que ya tenía que salir a trabajar y entonces se repartían las labores en casa”, agregó la también sicoanalista de adolescentes y adultos en el Instituto de Investigaciones Psicológicas y Sociales.
Estas dinámicas también han originado que las nuevas familias decidan tener menos hijos, siendo el promedio uno o dos, lo que permite a los padres dar una mayor atención.
Asimismo, la espera de un niño es más planificada y en muchos casos bajo una estabilidad económica y emocional de los padres, ya que estos deciden tener hijos a una edad más avanzada. Si bien esto es una ventaja, la doctora Nahoul en algunos casos es causa de problemas para poder concebir.
El resultado de todo esto son hijos mejor atendidos, más independientes y seguros de ellos mismos, con capacidad para manejar tecnologías, video juegos o internet.
No obstante, Vanessa Nahoul agregó que las nuevas generaciones tienden a ser más narcisistas, abusan de la libertad, son menos responsables, poco obedientes y consideran que sus padres están obligados a darles todo.
Este comportamiento también se puede ver influenciado por la carencia de hermanos, los cuales son parte de una escuela social que nos enseñan a compartir y hacer equipo, pero esta figura puede ser sustituida por primos o amigos, indicó la doctora en psicología.
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